1ro de Enero

Era una camioneta negra, el estaba sentado a mi izquierda y su amigo a mi derecha, en el camino a casa iba mi cuerpo extasiado de la música recorriendo mis poros, su mano fría en mi pierna izquierda temblorosa, perdida entre el ritmo sin ningún enfoque, mi mirada captura la escena que cambiaría mi vida para siempre, era él con su mano fría en mi pierna izquierda mirando por la ventana al coche de al lado, ¿Qué veía? ... 
Veía a alguien más, sin importar la ruta, su condición e incluso, que fuera yo.
Me gustaba la playa y me gustaba él. En el festejo de otra oportunidad, el tocó mi hombro y con un rugido entro por mis melenas hasta llegar a mis oídos capturando mi atención, con movimientos suaves nos llevo la música hasta un pronto amanecer, tomando un taxi en una esquina que todos han de conocer, llegamos al amanecer que estábamos destinados a ver, lo vivimos y sentimos cerca la oportunidad, éramos uno o al menos en ese momento fuimos lo que alguna vez quisimos; terminaron nuestros cuerpos tumbados en la arena, la punta de sus dedos fríos tocarme las piernas, subiendo hasta llegar a un bañador que tenía más arena que sal de mar, subían y bajaban, motivados por la adrenalina de  pastillitas que nos alegrarían el día nos sumergimos en el mar y nos doramos al furor del sol; unas líneas acá y otras allá, ¿hasta donde iba a llegar? 

La posesión y la libertad de nuestros cuerpos reflejados en el vínculo. Unos tragos de valentía para reprochar no serían suficientes para sanarme, no sería suficiente para reconstruirme.

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